¿Cómo ser una MUJER en un gremio machista?
Si leíste de corrido este título sin prestar atención ¡regresa! La palabra mujer está en mayúscula y no es de gratis. Esta no es una entrada de blog feminista, es más tengo un problema puntiagudo con el concepto “feminista”, a veces no lo considero mío, aunque me siento una mujer, muy mujer.
A lo que voy con todo esto es que la palabra mujer está en mayúscula porque voy a contar desde mi experiencia cómo una puede desenvolverse en un gremio tradicionalmente machista sin perder su esencia del femenino, anatómicamente femenino, claro está.
La herramienta más fácil para alcanzar la fluidez de tu papel como mujer en un hábitat machista va lejos de la confrontación. No, no tuve que pelear a los puños con un hombre para que me respetara, aunque si soy sincera ganas no me faltaron, desgraciadamente mi fuerza no me daba para tanto, mi cabeza sí.
Para contextualizar crecí en una plaza de mercado. Mi mamá, que ha sido mi referente en todo este negocio, me llevaba varios días a la semana desde las 3:00 am que comenzaba su jornada laboral. Yo tenía aproximadamente 6 años. Al principio solo me hacía un “cambuche” en una oficina, mientras yo dormía y jugaba Donkey Kong en un computador gigante en plenos 90. Lo disfrutaba demasiado, me volví una experta en el juego y en dormir en cualquier parte y con cualquier tipo de ruido. Para mi nunca fue algo triste o duro, siempre prefería estar en cualquier lugar con tal de estar con ella.
Cuando cumplí unos 8 años ya la “alcahuetería” de dormir y jugar se estaba acabando y mi nuevo lugar de trabajo era en un escritorio a su lado. Mi madre muy paciente me enseñó a facturar, a vender, a responder cordial y tajante, a guardar silencio y a respirar. Aunque mi mamá no quería que yo trabajara en lo que ella había trabajado, creo que sentía que eso inevitablemente iba a pasar y yo iba a necesitar cursar esa escuela. Gracias mami, me sirvió toneladas.
Para no hacer la historia muy larga, mi crianza fue en medio de un gremio complejo, tosco, masculino, ruidoso y muy machista. Aunque amo a muchos hombres de este negocio, porque han sido mi familia, tuve que aguantar muchas burlas, humillaciones, groserías, gritos, piropos desagradables y uno que otro empujón, en ninguno respondí con grosería y nunca fue por sumisa pues quien me conoce sabe que no tengo ni una célula de sumisión en mi cuerpo. Aprendí a los golpes a responder con inteligencia, así por dentro me ardiera la sangre y quisiera sacar el buen repertorio de groserías que también había aprendido de ellos.
Entendí gracias a las desventajas de género que la única manera de ser una MUJER en un gremio machista como este consistía en algo super simple; la mayoría de machos opresores, como decimos mis amigas y yo, no entendía o no dominaba con fluidez: la astucia.
Las mujeres por genética somos astutas, somos hábiles, atentas, nuestros ojos están en muchas partes al mismo tiempo, tomamos decisiones más rápido y generalmente somos más inteligentes.
Un día, mamada de que me trataran como un culo, me di cuenta que la única manera de ser alguien en este lugar era siendo yo misma de la forma mas cruda posible. Al que no le gustara se iba literalmente a hastiar con mi presencia, iba a concentrarme en lo que mejor sabia hacer y poco a poco mientras muchos solo se referían a mí como “la hija de…”, o “la sobrina de…”, yo movía mis fichas.
Estudié mucho, más allá de mi carrera, me enfoqué en entender que quería hacer con lo que mi mamá me había enseñado, identifiqué muchos problemas que el negocio de las frutas y las verduras tenía y que obviamente esos machos opresores no habían notado gracias a su ego estratosférico. Esculqué dentro de mí y desempolvé mis talentos, siempre he sido muy buena hablando, pero mejor escuchando y aprendí a ser más carismática a la hora de sentarme con alguien al que quería convencer; comencé a hacer negocios.
Ningún hombre de esa plaza hablaba como yo, ninguno usaba términos más formales, entendía de conceptos de estadística, gestión de proyectos, construcción de marca, nuevos medios de comunicación, o lo que estaba pasando en el mundo de la agricultura en el resto del mundo. La fórmula funcionó, tenía cada vez más reuniones y el movimiento en mi bodega comenzó a aumentar, eso hizo ruido y ahí comencé a ganarme un respeto. Voy a aclarar tajantemente que siempre me importó un pepino ganarme el respeto de las personas que me habían hecho sentir mal, aunque muchas veces me hicieron llorar de la rabia, para mí siempre eran personas que no estaban por encima, entonces no me interesaba que me valoraran; pero no nos digamos mentiras, aquí todas tenemos un ego y esa voz de “anda cállales la boca” también me hacía puja.
Cuando comencé a enfocarme en lo que por genética tenía a mi favor las cosas comenzaron a fluir, ser mujer ya era una gran ventaja, pero solo lo ví cuando ese fue mi único camino y era el camino que funcionaba.
Han pasado 9 años desde que tengo mi empresa, ahora tengo 30 años y ya no recibo burlas o humillaciones de nadie, no sé si me admiran o si a alguien le he servido de ejemplo, no me importa tampoco. No trabajo tan duro por reconocimiento, trabajo por que me hace vibrar, me recarga ese concepto de autovaloración, me hace más culta, más hábil y también me da una vida más cómoda. Nadie trabaja de gratis, pero eso es otro tema.
En conclusión, si llegaste hasta aquí buscando una formula para ser una mujer respetada en tu trabajo te voy a hacer una pregunta primero ¿te gustas? ¿te gusta el tipo de mujer que eres? Porque si no es así, ahí es donde debes comenzar primero.
Las estadísticas acerca de la autovaloración y el amor propio en las mujeres de todo el mundo son lamentables. No nos amamos, es así. Las inseguridades nos paralizan, la falta de aceptación viaja por nuestra sangre y nos inunda cada órgano, ese es nuestro cáncer.
El empoderamiento femenino no te lo va a dar la existencia hombres más respetuosos, la implementación de leyes más equitativas, los foros donde el público solo son mujeres o la igualdad laboral cuando solo te dan un puesto para tener esa imagen femenina que aprueba la sociedad. Allá afuera siempre va a haber un hombre o una mujer que te desvaloricen y te hagan sentir que no puedes o que no eres suficiente, esa es la realidad.
El poder de ser MUJER en un mundo machista lo da tu propia valoración, creerte el cuento de que no hay absolutamente nada que te quede grande si realmente lo quieres, ¿de verdad lo quieres?
El resultado que buscas te lo va a dar el esfuerzo, el esfuerzo crudo y cruel. Tienes una ventaja y es ser mujer. Si, una mujer siempre tiene ventajas sobre los hombres y una de ellas es la mente, úsala.
Yuliana Díaz González